domingo, 11 de mayo de 2008

Por las calles de Edinburgo...

Ya era noche cerrada en Edimburgo, cuando junto a la tenue luz que salía de un portal de Princess Street, vi sentado en unos escalones a un indigente, tratando a duras penas de leer el libro que tenía entre manos, aún a sabiendas de que su vista quedaría destrozada. El frío añadía mérito a la hazaña lectora, ya de por sí loable en este mundo en que el tiempo y los tipos de interés corren tan rápido. Enternecido por la escena, y en contra de mi costumbre de no incentivar la indigencia, decidí darle una libra. Entablamos conversación y así pude conocer su historia.

Aquel hombre tenía 44 años y respondía al nombre de D.J. Hace tres años tenía casa, trabajo, una esposa embarazada, y ganas de conocer mundo. Había estado en España varias veces, en Alemania, Francia, USA… Justo entonces, saliendo de una fiesta con unos amigos, cogió el coche para volver a casa. Fue detenido por conducción bajo los efectos del alcohol, lo que le hizo pasar dos años en prisión. Al salir, ya no tenía esposa ni trabajo. Lo que si tenía era una hija de 2 años a la que su ex-mujer no quería que él viera. Sus esperanzas de conseguir un trabajo teniendo antecedentes penales fueron poco a poco hundiéndose en alcohol.
El día en que lo vi, no hacía ni un mes desde que hubiera decidido volver a tomar las riendas de su vida; ya no bebía y trataba de llevar una vida ordenada, aunque seguía sin empleo. Sólo se asomó a su rostro una sonrisa, cuando me mostró una foto de su hija, a la que acababa de ver por vez primera la semana anterior. Esta historia sería la de un indigente cualquiera, que apenas quitaría a alguien el sueño, si no fuera por los acontecimientos que siguieron.
Pasaban por allí dos mujeres, de unos 35 años y con unas copas de más. Una de las cuales, que luego pude saber que era empleada del Banco Real de Escocia, comenzó a proferir gritos contra DJ. llamándole vago y mentiroso:
-¿Por qué no te buscas un empleo, como hace todo el mundo?
- Señora, hoy día no es tan fácil, y menos con antecedentes penales.
-¡Eres un vago! ¡Cualquiera puede encontrar trabajo en este país!
- Señora, que ya no estamos en los 70.
-¡Además, para ser vagabundo estás demasiado limpio! ¡Eres un farsante que sólo intenta sacarnos el dinero con tal de no trabajar! ¡Seguro que hasta tienes casa! ¡Y encima tratas de dar pena a extranjeros como este chico para que te den dinero!
No me quedó otro remedio, que amablemente, preguntarle a aquella mujer:
-¿De verdad viven tan distantes del mundo todos los empleados del Banco Real de Escocia, como para pensar que alguien soportaría las frías noches de Edimburgo al aire libre y se sometería a la humillación que supone sentarse en la calle y ser víctima de todas las miradas de lástima o reprobación, sólo para robarles a ustedes el dinero?
Se fue con su amiga refunfuñando, mientras pude ver cómo los ojos desaprobadores de la gente de alrededor fijaban sus miradas en nosotros.
Aunque, por supuesto, mi “amiga” del Banco no coincidiría conmigo, creo que no pude invertir mejor aquella libra que le dí a D.J., pues me hizo darme cuenta de que en este mundo de hipocresía se valora más un traje que un libro.

No hay comentarios: