sábado, 10 de mayo de 2008

Un fantasma recorre Europa… ¿Cómo espantarlo?

De las últimas 15 citas que la izquierda política tuvo en Europa con la señora Democracia, sólo acudió a dos: a la de Chipre, y a la de España. Para el resto, -entre las que destacan Francia, Alemania, Austria, Suiza, Polonia, los países escandinavos, y ahora, Italia- aterrada ante el fantasma de la derecha, ni siquiera se atrevió a salir de casa.

Aún a riesgo de incurrir en excesiva simplificación, se puede identificar un factor determinante detrás de estas grandes victorias de la derecha: su política de mano dura frente a la inmigración, en tiempos de crisis económica. Incluso en España, los sociólogos coinciden en afirmar que en las elecciones del pasado marzo hubo un trasvase de voto PSOE-PP de unas 700.000 personas, en su mayoría movidas por un deseo de mayor severidad con la inmigración.

¿Qué hacer para frenar esta marea? ¿Subirse al barco de intolerancia y mano dura? El Gobierno español, único gran reducto de la izquierda en Europa, parece haber optado por seguir la corriente de intransigencia, batiendo récords de repatriaciones y nombrando a un nuevo Ministro de Trabajo menos partidario de regularizaciones que el anterior. No se dan cuenta de que esto será inútil, pues la derecha siempre seguirá dando sensación de mayor disciplina y seguridad en este ámbito.

La solución es más sencilla y mucho menos dolorosa que la expulsión del inmigrante: permitir el voto en las elecciones generales a todo inmigrante que cumpla unas condiciones mínimas, como un periodo continuado de residencia legal en España de 2 años y el no tener antecedentes penales. Para ello es preciso modificar el intolerablemente restrictivo artículo 13.2 de la Constitución, que prohíbe el derecho de sufragio a 5 millones de habitantes de nuestro país. Hay dos razones de peso para defender esta posibilidad.

Por una parte, por convicción moral: el nacimiento –salvo la fecha- jamás debería ser un criterio para decidir quién vota y quién no, si es que los derechos humanos y los valores humanistas todavía significan algo para nosotros. Es inadmisible, por principios, que un servidor, que pasa la mayor parte del año en Gran Bretaña y que nunca ha contribuido a la Seguridad Social, pueda votar, mientras que un inmigrante residente desde hace años en España, no tenga derecho a elegir a quien ha de ejercer la autoridad última sobre el territorio en el que se desarrolla su vida.

Y para aquellos escépticos con los principios, hay una razón práctica de peso; es un uso cada vez más generalizado en democracia, la demonización de un determinado grupo de personas que está fuera del electorado, sacrificando las buenas relaciones con ese colectivo, a cambio de una reacción favorable en el electorado de casa. Bush lo llama “Eje del Mal”, la izquierda latinoamericana “yankee colonizador”, y los nacionalistas catalanes, “Estado Español opresor”. Y ahora parece que toca instrumentalizar a los inmigrantes. Hasta el momento, ese discurso parecía no calar, pues el propio electorado en general –y las constructoras en particular- se identificaba y preocupaba por los problemas de ese colectivo, y no se premiaba electoralmente al discurso partidario de más severidad. Pero en momentos de crisis económica, el llenar el plato propio todos los días es lo primero. Sin ya nadie que les defienda, desamparados ante un gobierno al que no eligen, pero que ejerce autoridad sobre ellos, la única solución es que ese grupo demonizado pase a formar parte del electorado.

Entonces ya nadie se atrevería a enfrentarse a los intereses de 3 ó 4 millones de votantes. Y de esta manera, no sólo podrá la izquierda espantar al fantasma que le tiene paralizada, sino que además se habrá hecho de España un lugar más justo, y un modelo de integración para Europa, que nos permitiría volver de nuevo al sosegado debate de las ideas, donde ya no hay fantasmas que valgan.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si que es casulidad,amigo. Me alegro de nuestra nueva vecindad. Entre otras cosas por artículos como este tuyo.
De todas maneras... ¿no se siente frío sin el ojo vigilante de Ferraz?, jajaja.

Y que es HQT?? no creo haberlo dejado,pero es que no caigo

m.eugènia creus-piqué dijo...

He llegado a tí a traves del blog de Antonio, pues te diré que esto de la inmigración es un gran problema que nadie sabe como resolver,tú dices que dejándoles votar se terminaría el problema ? Pues no se que decirte, no estoy preparada para debatir un tema tan delicado y difícil, los pobres llegan aquí completamente engañados y a los que no los devuelven a su pais deambulan por las calles malviviendo, sin trabajo y sin nada, cada día hay más personas en la miseria y es una pena no poder ayudarlos, en fín que no se como se puede arreglar.

un saludo

Daniel Pérez Rodríguez dijo...

Hola M.Eugenia. Bienvenida a mi blog. Estaré encantado de seguir debatiendo contigo.

Tampoco es que crea que la inmigración como tal, con sus pobrezas, separaciones familiares y sufrimientos diarios, vaya a resolverse de golpe sólo otorgándoles el derecho al voto. Pero sí creo que 4 ó 5 millones de inmigrantes, podrían sufrir menos y estar menos olvidados en estos tiempos de crisis, si los políticos tvieran que tener en consideración sus intereses a la hora de tomar decisiones, lo que ahora es evidente que no sucede. Por supuesto, que seguiría habiendo problemas de marginación, barracas y demás, pero al menos una buena parte de los inmigrantes habrán dado un paso de gigante en su integración de esa sociedad multicultural a la que debemos aspirar.

Un saludo.